Apenas vamos a la mitad del camino del gobierno de Fox y ya ha empezado a hablarse de la “sucesión adelantada”, como si el adelanto de los tiempos electorales fuese uno de los efectos de la transición mexicana -la campaña permanente-, o de la ausencia de una agenda definida del nuevo gobierno.
Las especulaciones en torno a lo que los encuestólogos llaman la “carrera de caballos” ubican, hoy por hoy, al Jefe de Gobierno de la ciudad de México como el puntero en la carrera presidencial. Su posicionamiento como candidato presidencial para el 2006 trasciende el ámbito capitalino, a tal grado que ya se habla en todo el país del “factor López Obrador”. El presente ensayo es un intento por comprender y explicar los elementos clave de éxito de este posicionamiento tan vertiginoso como sorprendente.
1. Una nueva mayoría social. Siguiendo la tesis de Tony Schwartz (“La respuesta emocional”), la efectividad de los mensajes no radica en la respuesta a la pregunta ¿qué quiero decir?, sino en la capacidad de generar resonancia con las experiencias vitales tanto de los oyentes como de los videntes.
Es obvio que la efectividad de los mensajes de muchos políticos no genera sintonía con lo que la gente siente y piensa porque el punto de partida de la comunicación no es el discurso político: es entender lo que pasa por la mente de los ciudadanos.
Parafrasenado a Stanley Greenberg (“The New Majority”) podemos afirmar que hay datos suficientes, tanto en los resultados de las últimas elecciones federales como en algunas las encuestas estatales, para afirmar que existe una “nueva mayoría” de mexicanos que está sufriendo los efectos de la crisis económica –como consecuencia de “la década perdida” 1994-2004, según la definió Carlos Salinas- y que busca a través de su voto un cambio en sus economías familiares.
El cambio político en el 2000 no se tradujo en bienestar económico para la población, como quedó claro con el voto de castigo al PAN en el 2003 y los siete millones de electores que perdió Fox en tres años de gobierno. De ahí que siga latente la aspiración de cambio que mejore el nivel de vida de la gente.
La sintonía con los ciudadanos la están logrando aquellos políticos que han identificado a este nueva mayoría que quiere un giro de los gobiernos hacia lo social, que se ha estado manifestando en las elecciones después del 2000 y que será decisiva en el 2006.
2. Un nuevo estilo de liderazgo. Al final de cuentas los electores votan por estilos de liderazgo. En las elecciones del 2000, el estilo retador de Fox (“el hombre Marlboro”) se impuso sobre el estilo burocrático de Labastida (“el hombre del sistema”).
El estilo de López Obrador es una especie de anti-político que rompe con los estereotipos y paradigmas del tradicional político mexicano: Se levanta temprano. Todos los días da una rueda de prensa a las seis de la mañana. Se reduce el sueldo a algo simbólico para un político. Su lenguaje es coloquial, sin perder su acento y dichos tabasqueños. Y –last but not least- al trasladarse en un auto Tsuru, hizo a un lado la parafernalia de suburbans y guaruras que llegaron a representar la distopia y la imagen de impundiad del viejo régimen.
Fox llegó a posicionarse en la campaña presidencial como el anti-político, como el outsider cuya misión era “sacar al PRI de Los Pinos”. Sin embargo, su estilo muy pronto se desintonizó de los ciudadanos por sus lapsus y ocurrencias que lo hicieron caer en lo rídiculo y en la incompetencia (el saludo a los hijos antes que al Congreso durante su toma de posesión, el lapsus al citar a Jorge Luis Borges, el beso en el Vaticano, la llamada a Fidel Castro:”cenas y te vas”, etc., etc.)
3. Un gobierno con agenda. El manejo de la agenda de gobierno es quizás el elemento más importante en el posicionamiento de López Obrador y de su sintonía con la nueva mayoría social. Su mérito fue haberse enfocado en los temas relevantes. En primer lugar, haber fijado la agenda social como tema prioritario de su gobierno, mediante el otorgamiento, entre otras acciones, de pensiones al sector creciente de la tercera edad y a los jóvenes excluidos del sistema universitario mediante la construcción de preparatorias populares.
Si el lema de campaña de López Obrador en 2000 “por el bien de todos, primero los pobres” no le generó la suficiente resonancia con los electores, al grado que tuvo que cambiarlo a mitad de la contienda por el de “honestidad valiente”, ya en el gobierno, haber hecho de la atención a los pobres el tema principal de su agenda le generó buenos resultados, por lo menos en términos de opinión pública.
En segundo lugar, hizo de la seguridad pública otro de los temas centrales de su agenda de gobierno, y le dio significado a esta acción con un acontecimiento mediático como lo fue contratar al ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani y aplicar su programa “cero tolerancia”. Todavía es muy pronto para medir los efectos de las medidas tomadas en materia de seguridad, pero la percepción es que, al menos, está intentando darle un giro a un área en donde los gobiernos anteriores habían fracasado.
Finalmente, ha tenido la capacidad para ejecutar grandes proyectos urbanísticos
-como el distribuidor vial San Antonio, el rescate del Centro Histórico, y el segundo piso del periférico- que están revitalizando el espacio público de una ciudad que parecía condenada al caos.
4. Trascender la estructura partidista. La imagen del Jefe de Gobierno del Distrito Federal ha logrado posicionarse más allá de la imagen marca del PRD. De ahí que no se pueda concluir que el débil posicionamiento electoral del PRD a nivel nacional, sea un obstáculo a las aspiraciones presidenciales de López Obrador.
La estrategia electoral que siguió Vicente Fox en el 2000 es un buen ejemplo de cómo a través de los “amigos de Fox” y de la “Alianza por el Cambio” pudo elevar la votación panista que en 1997 era de 28% a 42% tres años después.
La base de este posicionamiento es la comunicación de sus logros en el gobierno de la capital del país, y no un discurso ideológico como lo pudo tener Cárdenas en el 2000, o Lula en Brasil. En este sentido su estrategia de venderse como un gobernante exitoso se asemeja más a las estrategias presidenciales norteamericanas, como la que siguió Bill Clinton al comunciar sus logros como Goberndaor de Arkanzas, o Fox al publicitar sus resultados en Guanajuato.
5. Un mensaje de futuro. Ya lo dijo el publicista de Mitterrand, Jacques Séguéla: los electores votan por el futuro, nunca por regresar al pasado. A diferencia del posicionamiento del PRI a nivel nacional, López Obrador ha logrado romper con el anclaje al pasado y al viejo régimen. Contrario a los gobiernos del PAN, ha logrado vencer el estereotipo de incapacidad, inexperiencia e insensibildiad social.
El mensaje de López Obrador, que expresa a través de su lema “La Ciudad de la Esperanza,” se ha convertido en una especie de proyecto alternativo frente al “regreso al pasado”, imagen de la que no se ha podido sacudir el PRI, y la “incapacidad para hacer realidad el cambio” que se ha apoderado del PAN.
El discurso de futuro de López Obrador, al igual que el de Lula, y Clinton en 1992, es a favor del cambio económico (It´s the economy, stupid!). Sus adversarios son el modelo económico neoliberal, el FOBAPROA, y la “mafia de políticos que se beneficia de la corrupción”.
En este sentido, representa una propuesta alternativa de futuro, tanto en lo económico, como en lo político, frente a la percepción que se tiene del PAN, y del PRI, éste último enfrascado en el debate de apoyar las recetas económicas neoliberales -como las reformas fiscal y eléctrica- o proponer un modelo económico alternativo. La alternativa frente a una eventual restauración priista o al cambio político panista, que no se traduce en cambio económico, es el cambio social.
Falta todavía un año y medio para el arranque formal de las campañas presidenciales del 2006. El “factor AMLO” tendrá que enfrentar las pruebas de fuego de los cuestionamientos tanto a la veracidad de su modelo de gobierno (el caso del chofer “Nico”), como a la sustentabilidad finaciera de su política social (el endeudamiento de 40 mil millones de pesos), pero lo que parece hoy a todas luces factible, es que si en México no se dio la transición institucional a la democracia que se esperaba con el triunfo de Fox, se pueda dar la alternancia a la izquierda a semejanza de lo que sucedió en España en 1982 cuando el triunfo del PSOE consolidó la transición democrática española.
Si se mantiene el factor AMLO, el desenlace de la transición mexicana en el 2006 no sería “el regreso del PRI a Los Pinos”, sino la alternancia del país hacia la izquierda.
miércoles, 23 de abril de 2003
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