domingo, 30 de octubre de 2005

Chapulines políticos

Es más sano el "chapulineo" abierto y democrático que el "dedazo" burocrático y cerrado, pues al final de cuentas nos permite a los electores decidir en las urnas si premiamos o castigamos al chapulín, mientras que en el sistema del reclutamiento burocrático la opinión del elector no cuenta.

Lo primero que tendríamos que celebrar con humor es el ingenio mexicano en la invención del verbo "chapulinear", procedente de la palabra náhuatl chapulín, para describir el "salto" que hacen los políticos de un puesto a otro. Los franceses utilizan el término pantouflage: "cambiar de pantuflas", para describir el abandono del servicio público del Estado por un cargo de elección popular, o uno de una empresa privada.

Tanto en México como en Francia, el término tiene, de entrada, una connotación peyorativa. Pero veremos que, en la mayoría de los casos, el "chapulineo" no es tan malo.


Un sistema de reclutamiento democrático

El chapulineo está inherentemente ligado al reclutamiento de la clase política por medios democráticos, a través de la vía electoral. Se nos olvida que en la época que algunos llamamos del "autoritarismo burocrático" (1946-2000), el reclutamiento de la clase política en México se hacía a través de la burocracia. Para ser político había que ser funcionario o tecnócrata. En esta época, los requisitos para ocupar un puesto de elección popular eran pertenecer al PRI, tener estudios universitarios, de preferencia ser abogado o economista de la UNAM, tener un grado académico en el extranjero, y haber pasado por una larga trayectoria administrativa en la burocracia central. El contacto con los electores no era necesario. Hubo Presidentes de la República que llegaron al poder sin haber ocupado, siquiera, un cargo de elección popular, como Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas de Gortari o Zedillo.

En este sentido, lo que describe el llamado "chapulineo" es un fenómeno reciente inherente a la democratización de la vida política mexicana. Por fortuna hemos dejando atrás el sistema del reclutamiento burocrático, centralista y unipartidista, y lo estamos sustituyendo por un sistema de reclutamiento democrático, descentralizado y plural.

Si tuviésemos que elegir entre regresar al método cerrado del reclutamiento burocrático, o seguir avanzando en el reclutamiento de nuestra clase política por un camino abierto, como es la vía electoral, pienso que, a todas luces, es más sano el "chapulineo" abierto y democrático que el "dedazo" burocrático y cerrado, pues al final de cuentas nos permite a los electores decidir en las urnas si premiamos o castigamos al chapulín, mientras que en el sistema del reclutamiento burocrático la opinión del elector no cuenta.

Ahora bien, el "chapulineo" en México, a diferencia de Estados Unidos, se ha acentuado por la prohibición expresa de reelección en los cargos de elección popular, principalmente en los casos de Diputados, senadores y presidentes municipales. En Estados Unidos, la reelección ha permitido el desarrollo de las carreras parlamentarias y políticas en las que el elector premia a aquellos que se han destacado por su eficiencia, profesionalismo y resultados.

Estoy consciente que el "chapulineo" se puede prestar a excesos cuando el político en cuestión abandona su puesto sin dar antes resultados. Si éste es el caso, es a los electores a quienes corresponde decidir si eligen o no al político chapulín en cuestión. Es claro que si el político que intenta saltar a otro puesto no dio resultados, lo más seguro es que sea castigado por un voto adverso.


Una profesión que rinde cuentas

La profesión de político chapulín es de alto riesgo. El político que accede a un puesto de elección popular sabe que si no salta a otro cargo de elección sus posibilidades de permanecer en la vida pública son limitadas. Pero también está consciente que su salto puede ser mortal, políticamente hablando, pues el elector puede emitir un voto de castigo si no ha incumplido con sus responsabilidades.

Por tal motivo y para avanzar en la profesionalización política en México, sería recomendable que se establezca la reelección para Diputados locales, Diputados federales, senadores y presidentes municipales. La reelección en estos cargos permitiría que los políticos mexicanos se especialicen en las áreas en las que han demostrado tener más talento, a juicio de los electores.

No menciono la reelección del Presidente de la República, ni de Gobernadores, pues en la opinión pública mexicana hay consenso para que en estos cargos ejecutivos, que se ejercen por seis años, prevalezca la no reelección.

Vemos con agrado que la democratización de la vida política en México esté planteando situaciones en las que Gobernadores, ex Gobernadores, y hasta ex Presidentes de la República buscan elegirse como senadores, lo cual bajo el viejo régimen era impensable, pues imperaba el principio no escrito de que el gobernante saliente no podía hacerle sombra a su sucesor.

Bajo la transición democrática que se vive en México, el reclutamiento de nuestra clase política ha regresado a cauces más abiertos y descentralizados en donde impera el principio de la rendición de cuentas al elector.

A diferencia de lo que sucedía antes del 2000, ahora el reclutamiento se hace por la vía electoral: antes de ser Presidente de la República, Vicente Fox fue Gobernador de Guanajuato. Los tres aspirantes más importantes a la Presidencia de la República en el 2006 han ocupado, previamente, cargos de elección popular, y tienen experiencia ya sea de gobierno o legislativa.

Muchos de los Gobernadores elegidos después del 2000 llegaron a sus cargos después de haber sido elegidos senadores o Diputados federales.

Para ser presidente municipal ya no basta con ser amigo del Presidente de la República, o del Gobernador en turno. Muchos de los que son, o aspiran ser, han sido senadores, Diputados o presidentes municipales de otros municipios.

Los que aspiran a ser senadores han sido Presidentes de la República, Gobernadores o Diputados federales.

Muchos de los aspiran a Diputados federales son Diputados locales.

El "chapulineo", a pesar de las críticas en su contra, tiene la virtud de ser democrático. Podrá no ser el mejor sistema de formación y reclutamiento de nuestra clase política, pero es al menos el más democrático.

(Este artículo fue publilcado en el periódico El Norte el 30-10-05)

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